The problem of being awkward with introductions is not, for many, an “unusual situation.” You may find that you are often uncertain about whether to introduce someone using their first name, last name, or both; about whether to use a qualifier (“this is my friend, ______”); even about whether or not it is in fact your responsibility to introduce two people in a given situation. But all of this is small potatoes compared with the seemingly inevitable mingling nightmare of having to introduce someone whose name you have forgotten.
It’s one thing to forget someone’s name if you’ve met them only once or twice, or if you haven’t seen them in a while. But all too often it’s someone whose name you really should know, and who is going to be insulted to find out you don’t. In other words, a faux pas in the making.
This is absolute agony when it happens, and I’ve watched hundreds of minglers try to deal with different ways, ranging from exuberant apology (“Oh GOD, I’m so sorry, JEEZ, wow, I can’t believe I’ve forgotten your name!”) to throwing up their hands and walking away. But there are better ways to deal with this kind of mental slip. Next time you draw a blank while making introductions, try the following ploy:
Force them to introduce themselves. This is the smoothest and most effective way to handle your memory lapse. When it’s done well, no one will ever suspect you. If you have forgotten one person’s name in the group, turn to that person first and smile. Then turn invitingly to a person whose name you do remember and say, “This is Linden Bond,” turning back casually toward the forgotten person. The person whose name you haven’t mentioned yet will automatically (it’s a reflex) say “Nice to meet you, Linden, I’m Sylvia Cooper,” and usually offer a hand to shake. | El problema de la torpeza en las presentaciones no es una cuestión inusual, para mucha gente. A veces nos sucede que no sabemos bien si usar el primer nombre de la persona, el apellido, o ambos, al presentar a alguien; también se podría usar un adjetivo (“este es mi amigo, ----------“); o, en algunos casos, no sabemos siquiera si somos nosotros los que debemos presentar a dos personas. Pero nada se compara con el inevitable papelón social de presentar a alguien cuyo nombre no recordamos.
Una cosa es olvidarse del nombre de alguien cuando vimos a esa persona una sola vez, o dos, o si hace un tiempo que no la vemos. Pero es muy común que sea el nombre de alguien que deberíamos recordar bien, y que esta persona se sentiría insultada al descubrir que no sabemos cómo se llama. En otras palabras, una metida de pata.
Es un momento terriblemente penoso cuando eso sucede, y he visto miles de ocasiones sociales en las que la persona trata la situación de diferentes maneras, desde ofrecer una disculpa increíble (“Ay, Dios, perdón, ay, no lo puedo creer, pero no recuerdo su nombre”) hasta levantar las manos y desaparecer. Sin embargo, hay mejores formas de tratar estas lagunas mentales. La próxima vez que se le borre un nombre en una presentación, trate de hacer lo siguiente:
Haga que la gente misma se presente. Es la manera más elegante y efectiva de manejar su laguna mental. Cuando está bien hecho, nadie sospechará de usted. Si se olvidó el nombre de una persona en un grupo, primero diríjase a esa persona y sonría. Luego dese vuelta gentilmente hacia la persona cuyo nombre sí recuerda y diga: “Le presento a Linden Bond”, dando vuelta de manera casual hacia la persona de nombre “desconocido”. La persona cuyo nombre todavía no dijo, de manera automática (por acto reflejo), dirá: “Encantada de conocerlo, Linden, soy Sylvia Cooper” y extenderá la mano.
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